La población mundial de mantarrayas no es precisamente abundante, en cambio, presenta una tendencia a disminuir. Factores como la pesca, la degradación de su hábitat, las colisiones con embarcaciones y los efectos del calentamiento global contribuyen a que su situación en el planeta sea poco positiva. En vista de este panorama, diversas organizaciones medioambientales, países y la sociedad en general han implementado y puesto en marcha varios esfuerzos para tratar de conservar a las dos especies.
Protección legal
En el presente las mantarrayas gozan de protección internacional. La CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres) incluyó en 2013 a las mantarrayas en su Apéndice II; esto significa que su comercio está fuertemente restringido so pena de incidir en un acto que pone en peligro las poblaciones del género Manta.
Nueva Zelanda fue uno de los primeros países en crear leyes para la protección de las mantarrayas.
Años antes, en 2011, la Convención de Especies Migratorias (CMS) comenzó a protegerlas en aguas internacionales y en ese mismo año fueron clasificadas como especies vulnerables en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Aunque estas medidas de categoría internacional han representado un avance, son aún muy recientes y casi escasas en comparación con los esfuerzos de conservación de otros animales.
Los países que albergan mantarrayas también tan tomado cartas en el asunto. Nueva Zelanda fue uno de los primeros países en hacerlo, mediante la Ley de Vida Silvestre en 1953 (Wildlife Act). Varias décadas después la República de Maldivas eliminó la práctica de la exportación de partes de cualquier especie de rayas e incluyó a las mantarrayas. En 2009, este país comunicó la creación de dos áreas marinas protegidas que son hábitats clave de las mantarrayas. En el oeste de Australia, la pesca, la perturbación y el acoso están prohibidos en los parques marinos.
Últimamente, Indonesia se ha caracterizado por sus medidas estrictas en contra de la pesca de estos peces. En enero de 2014 el gobierno indonesio anunció su intención de proteger a la mantarraya gigante (Manta birostris) y la mantarraya de arrecife (Manta alfredi) y declararon a ambas como especies protegidas por las leyes del país. En agosto y septiembre de 2014 comenzaron a circular las noticias de las primeras detenciones a los pescadores que infringieron esta ley, ya que sus actividades se sitúan en el marco de la ilegalidad. En dicho año fue instaurado el mayor santuario de mantarrayas, que abarca más de 2 millones de metros cuadrados.
Por otra parte, en 2011 nació una organización dirigida a la investigación y conservación de estos peces: Manta trust, con sede en Reino Unido. De acuerdo con su página web, su visión es un futuro sostenible para los océanos en los cuales las mantarrayas se desarrollen en diversos ecosistemas marinos saludables. Otra organización sobresaliente es Marine Megafauna Foundation, co-fundada por la Dra. Andrea Marshall, persona clave en de la identificación de las dos especies de mantarraya en 2009.
Se recomienda al turismo no tratar de “montarlas” ni interferir en su camino mientras nadan.
Esfuerzos de conservación individuales
Hay muchas cosas que cualquier persona puede hacer para reducir el peligro al que se exponen las mantarrayas. Desde luego, una de tantas es cuidar al máximo los océanos, procurando su limpieza, sanidad y sostenibilidad de los recursos. Al mismo tiempo es importante no apoyar la pesca ilegal de las especies, ya que, además de constituir actividades ilícitas, contribuyen a disminuir aún más el número de individuos que existen. Es sabido que en algunas regiones como el Golfo de California es casi imposible encontrar mantarrayas, lo que supone un hecho desafortunado si se toma en cuenta que años atrás eran abundantes ahí.
El turismo, por su parte, parece tener dos polos. Mientras que es útil para atraer turistas y ofrecer información sobre su biología, cuidado y conservación, también puede representar una amenaza en tanto los turistas que se prestan a nadar con ellas son proclives a perturbarlas. Se recomienda no tratar de “montarlas” puesto que esto afecta la capa de moco que las protege de infecciones, ni de interferir en su camino mientras nadan. Hay que recordar que son animales no domesticados y que necesitan vivir con toda naturalidad.