¿De quién se tienen que cuidar las espaldas?
Los océanos son hogar de una vasta cantidad de especies animales y vegetales que conforman una cadena alimentaria caracterizada por las dinámicas de alimentación. Especies grandes y carnívoras como el gran tiburón blanco (Carcharodon carcharias) y la orca (Orcinus orca) se posicionan en la parte superior de la cadena, siendo superdepredadores.
Pero no todas las especies grandes son depredadores. Por ejemplo, las mantarrayas alcanzan dimensiones mayores de 3 metros de ancho de disco, pero no tienen la necesidad de merodear en el mar en busca de presas grandes para convertirlas en su comida. No, las mantarrayas son peces filtradores cuya dieta está basada en el consumo de zooplancton, unos animales pequeñísimos que ni siquiera son masticados.
Pocos animales se atreven a encararlas, pues su enorme y amenazante tamaño suele disuadir a casi cualquier animal.
Si bien las mantarrayas no son precisamente el terror de los mares, tampoco son el objeto de deseo de los grandes depredadores. Afortunadamente para ellas, pocos animales se atreven a encararlas, pues su enorme y amenazante tamaño suele disuadir a casi cualquier animal.
En estado salvaje pueden ser víctimas de los ataques de los grandes tiburones, de las orcas y de las falsas orcas (Pseudorca crassidens), de acuerdo con los informes. Las especies de tiburones que han atacado son el tiburón tigre (Galeocerdo cuvier), el tiburón martillo gigante (Sphyrna mokarran) y el tiburón sarda (Carcharhinus leucas). La orca y la falsa orca son especies de cetáceos con dientes, ambos de la familia de los delfines (Delphinidae). La orca, a menudo llamada ballena asesina, es conocida por su tremenda eficacia al cazar hasta a los temibles tiburones ¿por qué se asustaría ante una pacífica mantarraya? Por su parte, la falsa orca es más pequeña pero es capaz de cazar otros cetáceos y animales diversos. Algunos individuos pueden ser también atacados por el pequeño pero atemorizante tollo cigarro (Isistius brasiliensis), conocido en inglés como cookiecutter shark, algo así como “tiburón corta galletas” por su estilo de ataque: se adhiere a la piel mediante succión y comienza a girar sobre sí mismo para después arrancar un pedazo de carne, dejando una distintiva marca redonda.
Los depredadores son diferentes entre las regiones y las especies. La mantarraya de arrecife (Manta alfredi) puede ser víctima de los tiburones y las orcas, mientras que solo tiburones se atreven a atacar a la mantarraya gigante (Manta birostris). En las islas Maldivas los ataques son muy raros, y un porcentaje menor del 10 por ciento de la población exhibe muestras de ataques y cicatrices. Pero en aguas de Mozambique, más del 70 por ciento de los individuos de mantarraya de arrecife muestra marcas de ataque de tiburones.
Cuando las mantarrayas sobreviven a un ataque es normal que resulten con lesiones serias. Se han visto individuos a los que faltan trozos de carne considerablemente grandes como consecuencia de mordiscos. Pero estos peces tienen un punto a su favor: sus tejidos se regeneran increíblemente rápido. Una lesión puede cicatrizar a gran velocidad y una sección con un trozo de carne arrancada puede verse regenerada casi por completo semanas después. Este proceso de recuperación a menudo es auxiliado por algunos peces limpiadores que bien acomedidos se encargan de eliminar el tejido muerto.
Sus branquiespinas son demandadas para su uso en la medicina tradicional china y su carne puede servir de alimento.
Un depredador más peligroso es el ser humano. Su principal amenaza antropogénica (derivada de las actividades humanas) es la pesca dirigida o incidental; esta última ocurre cuando quedan atrapadas en las redes cuyo objetivo son otras especies. Ahora bien, la captura y comercio de partes de mantarrayas es importante en algunos países del mundo, ya que sus branquiespinas son demandadas para su uso en la medicina tradicional china y su carne puede servir de alimento.
Es cierto que su explotación comercial no es alta como en el caso de otros peces, pero su baja tasa de reproducción las hace más vulnerable ante las amenazas.
¿Cómo se defienden?
Las mantarrayas no poseen un aguijón venenoso en la cola ni dientes afilados para rasgar carne. Ellas suelen confiar en su gran tamaño para evitar a los depredadores, pero si éstos son insistentes son capaces de nadar rápidamente para huir. Cuando la huida es insuficiente no tienen más remedio que usar su delgada cola como látigo para asustar al atacante.